Page 136 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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En  la  noche  sombría,  las  linternas  lanzaban  unos


           rayos que apenas atravesaban la lluvia. Después de


           media hora tuvieron que detenerse devorados por

           el  hambre,  y  esperar  la  llegada  del  alba.  Cuando


           amaneció, la luz era gris, y seguía lloviendo. Los


           hombres se pusieron otra vez en camino.



           —Hemos calculado mal —dijo Simmons.



           —No. Falta una hora.



           —Hable más fuerte. No puedo oírlo. —Simmons se

           detuvo y sonrió—. Por Cristo —dijo, y se tocó las


           orejas—. Mis orejas. Ya no las tengo. Esta lluvia me


           pelará hasta los huesos.



           —¿No oye nada? —dijo el teniente.



           —¿Qué?  —Los  ojos  de  Simmons  parecían

           asombrados.



           —Nada. Vamos.



           —Creo que esperaré aquí. Siga usted adelante.



           —No puede hacer eso.



           —No lo oigo. Siga usted. No puedo más. No creo


           que  haya  una  cúpula  por  estos  lados.  Y  si  la

           hubiese,  tendrá  probablemente  el  techo  lleno  de


           agujeros, como la otra. Creo que voy a sentarme.



           —¡Levántese, Simmons!



           —Hasta luego, teniente.



           —¡No puede abandonar ahora!








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