Page 140 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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de  la  habitación,  cálido,  caliente,  amarillo,  y


           hermoso.



           El teniente se adelantó, arrancándose las ropas.









           EL HOMBRE DEL COHETE


           LAS luciérnagas eléctricas giraban alrededor de la


           cabeza  de  mamá  iluminándole  el  camino.  En  el


           umbral de su alcoba mamá se detuvo y se volvió


           hacia mí. Yo atravesaba el pasillo silencioso.


           —Me  ayudarás,  ¿no  es  cierto?  No  quiero  que  se


           vaya otra vez.



           —Haré lo posible —le dije.



           —Por  favor.  —Las  luciérnagas  lanzaban  unas


           móviles  lucecitas  sobre  el  rostro  pálido—.  No


           puede volver a irse.


           —Bueno  —dije,  deteniéndome  un  momento—.


           Pero todo será inútil.



           Mamá  se  fue  y  las  luciérnagas  volaron  detrás,


           recorriendo  sus  circuitos  eléctricos,  como  una

           constelación errante, enseñándole el camino entre


           las sombras. Aún oí que decía, débilmente:



           —Hay que intentarlo.



           Otras  luciérnagas  me  siguieron  a  mi  cuarto.


           Cuando el peso de mi cuerpo cortó el circuito en el


           interior de la cama, las luciérnagas se apagaron. Era

           medianoche, y mamá y yo esperamos en nuestros




                                                                                                          139
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