Page 141 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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cuartos, en nuestras camas, separados por la
oscuridad. La cama me acunó, cantando
suavemente. Toqué una llave. El canto y el balanceo
cesaron. Yo no quería dormirme. No, de ningún
modo.
Esa noche no era distinta de otras muchas noches.
Nos despertábamos y sentíamos que el aire fresco
se calentaba, sentíamos el fuego en el viento, o
veíamos que las paredes se encendían unos
segundos, con un brillante color, y sabíamos
entonces que su cohete pasaba sobre la casa… Su
cohete, y los robles se balanceaban a su paso. Yo
seguía acostado con los ojos abiertos, y el corazón
palpitante; y mamá seguía en su alcoba. Su voz
llegaba hasta mí a través de la radio.
—¿Sentiste?
Y yo le respondía:
—Sí, era él.
Era la nave de papá, que pasaba sobre el pueblo, un
pueblo pequeño adonde nunca venían los cohetes
del espacio. Mamá y yo nos quedábamos despiertos
las próximas dos horas pensando: «Ahora papá
aterriza en Springfield; ahora camina por la pista;
ahora firma los papeles; ahora sube al helicóptero;
ahora pasa sobre el río; ahora sobre las colinas;
ahora el helicóptero desciende en el aeropuerto de
Green Village, aquí…» Y había pasado la mitad de
la noche, y mamá y yo, desde nuestras frescas
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