Page 145 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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fríos, y papá leía los estereoperiódicos colocados en


           ese sombrero especial que uno se pone en la cabeza,


           y que cuando uno parpadea tres veces, vuelve las

           páginas microscópicas ante los lentes de aumento.


           Papá  fumó  algunos  cigarrillos  y  me  habló  de


           cuando era niño, en 1997. Y después de un rato, me


           dijo, como en tantas otras noches:



           —¿Por qué no juegas, Doug?



           No dije nada, pero mamá respondió:


           —Juega otras noches, cuando no estás aquí.



           Papá me miró, y luego, por primera vez en aquel


           día, alzó los ojos al cielo. Cuando papá miraba las


           estrellas,  mamá  lo  observaba  atentamente.  El

           primer día, y la primera noche, después de alguno


           de sus viajes, papá no miraba mucho el cielo. Lo veo


           aún  en  el  jardín,  trabajando  furiosamente,  con  el


           rostro  pegado  a  la  tierra.  Pero  la  segunda  noche


           papá miraba las estrellas un poco más. A mamá no

           le importaba mucho el cielo de día, pero de noche


           hubiese querido apagar todas las estrellas. A veces


           yo casi podía ver que mamá buscaba un interruptor

           eléctrico en el interior de su mente, pero nunca lo


           encontraba. Y a la tercera noche, papá se quedaba


           ahí,  en  el  porche,  hasta  que  todos  estábamos  ya


           listos para acostarnos, y entonces yo oía la voz de


           mamá que lo llamaba, casi igual que a mí, cuando

           yo  estaba  en  la  calle.  Y  luego  yo  oía  a  papá  que


           aseguraba  el  ojo  eléctrico  de  la  cerradura  con  un






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