Page 143 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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máquina centrífuga que había construido ese año


           en mi taller del colegio y la hice girar.



           Pronto un polvo fino se precipitó en la retorta. Puse


           el polvo bajo la lente de un microscopio, y mientras

           mis padres dormían confiadamente, y mientras la


           casa  dormitaba  con  todos  sus  hornos,  sus


           servidores y robots automáticos sumergidos en una


           modorra  eléctrica,  yo  examiné  atentamente  las

           motas  brillantes  del  polvo  de  los  meteoros,  de  la


           cola de los cometas y del lejano planeta Júpiter. Y


           esas partículas de polvo eran como mundos que me


           atraían  a  través  del  microscopio,  a  través  de  un

           billón de kilómetros, con terroríficas aceleraciones.



           Al alba, agotado por mi viaje, y con miedo de que


           me descubrieran, llevé el empaquetado uniforme al


           dormitorio de mis padres.



           En seguida me dormí. Sólo me desperté una vez al

           oír la bocina del camión del tintorero que se detenía


           en el patio del fondo. Por suerte no esperé, me dije


           a mí mismo, pues dentro de una hora devolverían


           el uniforme limpio de mundos y travesías.


           Me  dormí  otra  vez,  con  el  frasquito  de  polvo


           mágico en un bolsillo del pijama, sobre el corazón


           palpitante.



           Cuando bajé las escaleras, allí estaba papá, ante la


           mesa del desayuno, mordiendo su tostada.












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