Page 144 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—¿Has dormido bien, Doug? —me preguntó, como


           si no se hubiese movido, como si no hubiese estado


           afuera tres meses.



           —Muy bien —le contesté.


           —¿Unas tostadas?



           Apretó  un  botón  y  la  mesa  del  desayuno  me


           preparó cuatro doradas rodajas de pan. Recuerdo a


           mi  padre  aquella  tarde.  Cavaba  y  cavaba  en  el


           jardín como un animal que busca algo. Allí estaba,

           moviendo con rapidez los brazos largos y morenos,


           plantando arando, cortando, podando, con el rostro


           siempre  inclinado  hacia  la  tierra,  con  los  ojos


           puestos constantemente en su trabajo, sin alzarlos

           nunca  hacia  el  cielo,  sin  mirarme,  sin  mirar  ni


           siquiera a mamá, salvo cuando nos arrodillábamos


           a su lado y sentíamos que la tierra pasaba a través


           de nuestras ropas y nos humedecía las rodillas, y

           metíamos las manos entre los terrones oscuros, y no


           mirábamos  el  cielo  brillante  y  furioso.  Entonces


           papá  lanzaba  una  mirada,  a  la  derecha  o  a  la


           izquierda, hacia mamá o hacia mí, y nos guiñaba el

           ojo alegremente, y seguía inclinado, con el rostro


           bajo, con los ojos del cielo clavados en su espalda.



           Aquella noche nos sentamos en la hamaca mecánica


           del porche. Y la hamaca nos acunó, y levantó una


           brisa hacia nosotros, y cantó para nosotros. Era una

           noche de verano, y había claro de luna, y bebíamos


           limonada,  y  nuestras  manos  apretaban  los  vasos






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