Page 155 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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pavo  enorme  humeaba  en  la  mesa,  con  salsas,


           arvejas y pasteles de calabaza.



           —¿En pleno agosto? —dijo papá, asombrado.



           —No estarás aquí en navidad.



           —No, no estaré.


           Papá  se  inclinó  sobre  la  comida,  aspirando  su


           aroma. Levantó las tapas de todos los recipientes y


           dejó que el vapor le bañara la cara tostada por el sol.



           —Ah —exclamó ante cada uno de los platos. Miró


           la  habitación.  Se  miró  las  manos.  Observó  los

           cuadros en las paredes, las sillas, la mesa. Me miró


           a mí. Miró a mamá. Se aclaró la garganta. Vi que iba


           a decidirse.



           —¿Lily? —dijo.



           —¿Sí?


           Mamá lo miró a través de su mesa, esa mesa que


           había preparado como una maravillosa trampa de


           plata, como un sorprendente pozo de salsas, donde,


           como una antigua bestia salvaje que cae en un lago


           de  alquitrán,  caería  al  fin  su  marido.  Y  allí  se

           quedaría, retenido en una cárcel de huesos de ave,


           salvado  para  siempre.  Los  ojos  de  mamá


           centelleaban.



           —Lily —dijo papá.















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