Page 160 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 160
—No me digas nada que yo ya no sepa —me dijo
mamá.
Mamá no lloró.
Bueno, no fue Marte, ni Venus, ni Júpiter ni
Saturno. Cuando Marte o Saturno se levantasen en
el cielo de la tarde no tendríamos que pensar en
papá.
Se trataba de algo distinto.
La nave había caído en el Sol.
Y el Sol era enorme, y ardiente, e implacable. Y
estaba siempre en el cielo. Y uno no podía alejarse
del Sol.
Así que durante mucho tiempo, después de la
muerte de papá, mamá durmió de día y dejó de
salir. Desayunábamos a medianoche y
almorzábamos a las tres de la mañana y cenábamos
bajo la luz fría y pálida de las primeras horas del
alba. Íbamos a los espectáculos nocturnos y nos
acostábamos al amanecer.
Y durante mucho tiempo salimos a pasear sólo en
los días de lluvia, cuando no había sol.
LOS GLOBOS DE FUEGO
LAS luces estallaban sobre los prados nocturnos del
verano. Rostros de tíos y tías se iluminaban en la
oscuridad. Los fuegos artificiales descendían en los
159

