Page 162 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—¿O será sólo pereza? —se preguntó—. ¿No tendré
miedo? Se metió bajo las agujas de la ducha.
—Pero te llevan a Marte, carne —se dijo a sí
mismo—. Dejaré aquí los viejos pecados. ¿E iré a
Marte a encontrarme con otros pecados nuevos?
Una idea atrayente, casi. Pecados que nadie había
podido imaginar. Oh, él mismo había escrito un
libro titulado El problema del pecado en otros
mundos, que la comunidad episcopal había
ignorado casi totalmente, como cosa poco seria.
La noche anterior, mientras fumaban un último
cigarro, él y el padre Stone habían conversado sobre
eso.
—En Marte el pecado puede tener la apariencia de
la virtud. ¡Tenemos que estar prevenidos contra
unos actos virtuosos que quizá sean pecados! —
había dicho el padre Peregrine sonriendo
animadamente—. ¡Qué interesante! ¡El trabajo de
un misionero nunca estuvo tan envuelto en
aventuras! ¡Desde hace siglos!
—Yo reconoceré el pecado, aun en Marte —dijo
bruscamente el padre Stone.
—Nosotros los sacerdotes, tenemos el orgullo de
ser como papeles de tornasol, que cambian de color
ante la presencia del pecado —replicó el padre
Peregrine—. Pero, ¿y si la química marciana es tal
que no nos coloreamos? Si hay sentidos nuevos en
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