Page 164 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
P. 164
podemos imaginar, ¿no habrá entonces cinco
nuevos pecados?
El padre Stone lanzó un bufido.
—¡Parece como si esa idea le gustara!
—Me mantiene la mente despierta, padre. Eso es
todo.
—Su mente está siempre haciendo juegos de
manos, ¿eh? Con espejos, platos, antorchas…
—Sí. Porque muy a menudo la Iglesia se parece a
esos cuadros vivos de los circos donde al levantarse
el telón aparecen unos hombres inmóviles, blancos,
bañados en talco u óxido de cinc, que representan
la belleza abstracta. Admirable. Pero yo confío en
que me dejen andar libremente entre esos hombres.
¿Usted no, padre Stone?
El padre Stone se había alejado.
—Creo que será mejor que nos acostemos. Dentro
de unas horas daremos un salto para ver esos
nuevos pecados suyos, padre Peregrine.
El cohete estaba preparado para partir.
Los padres dejaron sus oraciones matinales. Hacía
mucho frío. Los escogidos sacerdotes de Los
Angeles, Nueva York o Chicago —la Iglesia estaba
enviando lo mejor que tenía— caminaron a través
del pueblo hasta el campo escarchado. El padre
Peregrine recordaba las palabras del obispo:
163

