Page 167 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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pecados.  ¡Oh,  qué  cuidadosamente  debían  de


           guardar el equilibrio, como plumas grises, en este


           nuevo elemento, temerosos de que hasta caminar

           sobre él fuese pecado, o respirar, o aun ayunar!



           Y ahí estaba el alcalde de la Primera Ciudad que se


           acercaba a ellos con la mano extendida.



           —¿Qué puedo hacer por usted, padre Peregrine?



           —Quisiéramos  saber  algo  de  los  marcianos.  Pues


           sólo  así  podremos  construir  inteligentemente

           nuestra  iglesia.  ¿Miden  tres  metros  de  altura?


           Construiremos unas puertas muy altas. ¿Tienen la


           piel azul, roja o verde? Cuando pongamos figuras


           humanas en los vitrales pintaremos la piel con el

           color  adecuado.  ¿Son  pesados?  Haremos  asientos


           sólidos.



           —Padre Peregrine —dijo el hombre—, no creo que


           los  marcianos  deban  de  preocuparle.  Hay  dos


           razas. Una de ellas está casi muerta. Los pocos que

           quedan  viven  escondidos.  Y  la  segunda  raza…


           bueno, no son seres humanos.



           —Oh. —El corazón del padre Peregrine latió más


           rápidamente.


           —Son globos de luz, padre, luminosos y redondos.


           Hombres o animales, ¿quién puede saberlo? Pero


           actúan inteligentemente. Así he oído. —El alcalde


           se  encogió  de  hombros—.  Pero  por  supuesto,  no


           son  hombres,  así  que  no  creo  que  usted  deba

           preocuparse…




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