Page 166 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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las bondadosas manos del obispo, y luego subieron


           al proyectil purificado.



           —Me pregunto —dijo en el último instante el padre


           Peregrine—,  ¿y  si  Marte  fuese  el  infierno?  ¿Si

           estuviese esperándonos para luego estallar en una


           nube de fuego y piedras?



           —Que el Señor nos bendiga —dijo el padre Stone.



           El cohete comenzó a moverse.



           Salir del espacio era como salir de la más hermosa


           de las catedrales. Pisar el suelo de Marte era como

           pisar  el  ordinario  pavimento,  fuera  de  la  iglesia,


           cinco minutos después de haber sentido, realmente,


           amor a Dios.



           Los  padres  salieron  cautelosamente  del  cohete

           humeante y se arrodillaron en el suelo marciano. El


           padre Peregrine entonó una oración de gracias.



           —Señor, te damos gracias por este viaje a través de


           tus moradas. Y, Señor, hemos llegado a un mundo


           nuevo,  de  modo  que  necesitamos  ojos  nuevos.

           Oiremos  sonidos  nuevos,  y  necesitamos  oídos


           nuevos. Y habrá aquí pecados nuevos, y te pedimos


           la  gracia  de  unos  corazones  más  firmes  y  más

           puros.



           Los padres se incorporaron.



           Y aquí estaba Marte, como un mar en el que se iban


           a sumergir disfrazados de biólogos submarinos, en


           busca de la vida. Este era el territorio de los ocultos





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