Page 168 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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—Al  contrario  —dijo  el  padre  Peregrine  con


           rapidez—. ¿Inteligentes, ha dicho?



           —Corre  una  historia.  Un  cateador  de  minas  se


           rompió  una  pierna  en  esas  montarías.  Solo,  se

           hubiese muerto. Las esferas de luz se le acercaron.


           Cuando se despertó, estaba acostado en la carretera


           y no sabía cómo había llegado allí.



           —Borracho —dijo el padre Stone.



           —Esa  es  la  historia  —dijo  el  alcalde—.  Padre

           Peregrine, muerta la mayor parte de los marcianos,


           y sólo con esos globos azules, creo francamente que


           sería mejor que se instalase en la Primera Ciudad.


           Marte se ha inaugurado hace poco. Es una región

           fronteriza,  como  las  de  aquellos  viejos  días


           terrestres: el Oeste y Alaska. Los hombres vienen


           aquí  en  oleadas.  Hay  unos  dos  mil  mecánicos


           irlandeses y mineros y trabajadores que necesitan

           asistencia  espiritual;  pues  hay  demasiadas  malas


           mujeres en ese pueblo y demasiado vino marciano


           de hace diez siglos…



           El padre Peregrine observaba las colinas azules. El

           padre Stone se aclaró la garganta.



           —¿Y bien, padre?



           El padre Peregrine no lo oyó.



           —¿Esferas de fuego azul?



           —Sí, padre.



           —Ah —suspiró el padre Peregrine.




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