Page 171 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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constantemente  a  alguien  sin  reírse  de  él,  ¿no  es


           verdad?  Somos,  es  indudable,  unos  animalitos


           ridículos que se revuelven en un tazón. Dios debe

           de  amarnos  principalmente  porque  le  causamos


           gracia.



           —Nunca imaginé a Dios como un humorista.



           —¡El creador del platirrino, el camello, el avestruz


           y el hombre! ¡Oh, por favor! —El padre Peregrine


           se rió.


           Pero  en  ese  mismo  instante,  entre  las  colinas


           sombrías, como una hilera de lámparas azules que


           iluminasen el camino, aparecieron los marcianos.



           El padre Stone fue el primero en verlos.



           —¡Mire!


           El padre Peregrine se volvió y dejó de reír.



           Los  azules  globos  de  fuego  se  detuvieron


           palpitando entre las estrellas titilantes.



           —¡Monstruos!



           El  padre  Stone  se  incorporó  de  un  salto.  Pero  el


           padre Peregrine lo retuvo.



           —¡Espere!


           —¡Tendríamos que haber ido a la ciudad!



           —¡No!  ¡Escuche,  mire!  —suplicó  el  padre


           Peregrine.



           —¡Tengo miedo!







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