Page 170 - El hombre ilustrado - Ray Bradbury
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raro. Y sin embargo, tenía un alma. Supongamos,


           hasta  que  probemos  otra  cosa,  que  esas  esferas


           brillantes tienen también un alma.



           —Muy bien —dijo el alcalde—, pero luego vendrá

           al pueblo.



           —Ya veremos. Primero el desayuno. Luego usted y


           yo,  padre  Stone,  iremos  hasta  esas  colinas.  No


           quiero  asustar  a  esos  marcianos  de  fuego  con


           máquinas o multitudes. ¿Desayunamos?


           Los padres comieron en silencio.



           A la caída de la noche el padre Peregrine y el padre


           Stone se encontraban en lo alto de las colinas. Se


           detuvieron y se sentaron en una roca a descansar y

           esperar. Los marcianos no habían aparecido aún y


           los         dos           padres              se         sentían              vagamente


           desilusionados.



           —Me pregunto… —El padre Peregrine se secó el


           sudor de la cara—. ¿Le parece que si les gritamos?

           «¡Hola!» nos responderán.



           —Padre  Peregrine,  ¿no  hablará  usted  nunca


           seriamente?



           —No, no mientras el Señor no haga lo mismo. Oh,


           no ponga esa cara de susto, por favor. El Señor no

           es serio. En realidad, es difícil saber qué es, además


           de  amor.  Y  el  amor  está  unido  al  humor  ¿no  es


           cierto? Pues no se puede amar a alguien si no se está


           dispuesto  a  aguantarlo.  Y  no  se  puede  aguantar






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