Page 200 - Arcana Mundi - Elizabeth Bear
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                Bueno, entonces ya no tendría que preocuparse por el

         maldito anillo.



                Ella lee su poesía, su tesis. Le trae libros.



                Le hornea galletas.



                Él  le  coge  la  mano  cuando  ella  le  deja  un  té  junto  al


         ordenador y la besa en el dorso, junto al anillo de bodas.



                Ella le mira a los ojos y sonríe.



                Lo están intentando.



                Dagmar avanzó por el barranco, trotando al principio,

         aunque  no  por  mucho  tiempo.  El  camino  era  demasiado

         escarpado, traicionero por la arena suelta y tan estrecho que


         no  dejaba  más  que  poner  un  pie  delante  del  otro.  Los

         dispersos  y  espinosos  matorrales  de  la  pendiente  no  la

         salvarían si cayera, y a la derecha había una caída del doble

         de su altura que bajaba hasta un riachuelo repiqueteante de


         apenas un palmo de ancho.



                Dagmar  sintió  ganas  de  aplaudir  ante  aquel

         desproporcionado ruido.



                Incluso caminando, cada paso que daba era como saltar

         de  un  banco.  Se  ayudaba  con  las  manos  siempre  que  era


         posible  y  en  los  tramos  más  escarpados  se  acuclillaba  y
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