Page 121 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Rodearon corriendo la selva de zarzas para en‐
trar por el otro lado del crómlech, sin dejar de gri‐
tar:
—¡Denise! ¡Denise!
Yacía sobre la hierba, en actitud pacífica.
Cuando ellos se acercaron corriendo, un pájaro
desplegó las alas y echó a volar. Era un alcaudón
de espalda negra, antigua ave de cetrería. Denise
tenía el pecho atravesado por un agujero rojo, y
una marca de pezuña en el seno, donde el unicor‐
nio debió pisarla para retirar su largo cuerno.
—¡Muerta! ¡Está muerta!
—Ya lo veo —exclamó Muthoni. Arrodillándo‐
se, frotó los dedos en la hierba para limpiárselos.
Luego se volvió—: ¿Está muerta de verdad, Jeró‐
nimo? Quiero decir, ¿para siempre?
El ex capitán meneó la cabeza.
—No, excepto si Dios no os tiene en su registro.
Sois extranjeros, recién llegados.
—Pero ¿y si Él... nos ha registrado?
—¡Ah! Veo que ahora estáis deseando creer en
Él.
Desde su estancia en la gruta, Jerónimo pade‐
cía, por lo visto, un ataque de religiosidad discuti‐
dora..., como si se considerase muy cerca de salvar‐
se, aunque no se veía muy bien de qué (o para
qué), y tal vez tampoco lo supiera él mismo. Pero la
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