Page 126 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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con el cerebro reciente, como un dragón esposado.

               ¿O quizás habría que decir desposado? ¡Qué matri‐

               monio tan mal avenido somos cada uno de noso‐


               tros!  Al  pensarlo  se  sintió  ahogado  por  su  propia

               rabia y su miedo.

                      —¡Vamos a cazar a ese maldito unicornio! ¡Le


               daremos su merecido!

                      —No  lo  hagáis  —se  opuso  débilmente  Jeróni‐

               mo.


                      —Si  esa  entidad  superior  quiere  que  seamos

               instintivos,  vamos  a  demostrarle  que  sabemos  ac‐


               tuar instintivamente!



                      Una vez en medio de los laburnos, los magno‐


               lios y las acerifolias. se dieron cuenta de la verda‐

               dera  extensión  de  aquella  espesura.  No  obstante,

               los tallos rotos y las flores pisoteadas revelaban a


               los ojos de Muthuni el camino que había tomado el

               unicornio. Incluso se había detenido a clavar su es‐

               polón  en  los  troncos  y  en  la  hierba.  ¿Quizá  para


               purificarse?

                      —En realidad no tengo ganas de volver a verlo,


               Sean.

                      —¡Es preciso! Es necesario. Knossos lo dijo. Es

               el peligro para nosotros.


                      Salieron a un claro herboso. Los rododendros y

               las azaleas amontonaban alrededor de ellos sus flo‐


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