Page 163 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Ganar, ¿el qué? —jadeó Muthoni.

                      —La carrera, ¡tonta!

                      —¿Acaso  os  gustaría  sentir  restallar  un  látigo


               en vuestras espaldas?

                      Otra vez se oyó el clamor estridente: ¡Quiquiri‐

               quí!


                      El  gallo  estaba  encaramado  sobre  un  montón

               de estiércol que se alzaba en el camino, y cantaba

               de valiente, aunque no se veían gallinas por allí.


                      Denise blandió el tridente y susurró:

                      —¡Comida! Eso ya está mejor.


                      —No lo dirás en serio —protestó Jerónimo.

                      —Dejadlo en el suelo, vosotros dos. Apartaos.

               Si hemos de vivir sobre el terreno...


                      Denise se acercó cautelosamente al gallo, cuyas

               orgullosas  plumas  rojas  eran  como  una  versión


               más  oscura  de  su  propio  cabello.  Plantó  cara  a  la

               mujer con un cacareo desafiante. Aunque las pun‐

               tas del tridente estuvieran estropeadas, aún servi‐


               rían para espetar un pollo...

                      —¡Adelante!  ¡Mátalo!  —continuó  Jerónimo  su

               débil protesta—. Dispara primero y pregunta des‐


               pués.

                      Sean,  Muthoni  y  Denise  tenían  tanta  hambre

               que se les hada la boca agua con sólo mirar al gallo.


               Sin  hacer  caso  de  Jerónimo,  rodearon  al  ave,  que

               empezó a batir las alas.

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