Page 169 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Jardín, en cambio, los opuestos se unen... sí, como

               en los peces que salen a tierra, o en aquel herma‐

               frodita...  Me  pregunto  si  el  Infierno  servirá  para


               que esa gente aprenda a pensar en paradojas, de tal

               manera que sepan vivir en el Jardín.

                      —Aceptar a Dios —dijo Jerónimo, críptico.


                      ¿Consejo... o comentario sobre las paradojas?

                      —Tengo  hambre  —dijo  Muthoni,  acentuando

               el énfasis de la pisada—. Al otro lado del camino se


               distingue un fuego.

                      —¿Debemos obedecer a nuestros instintos? La


               mente analítica apenas tiene nada que hacer en el

               Infierno.

                      —A cada uno lo suyo —dijo Jerónimo, a quien


               fatigaba ya el excesivo calor del suelo—. Haced el

               favor de recogerme.


                      Esta  vez  fueron  Sean  y  Denise  quienes  se  en‐

               cargaron de transportar a Jerónimo, y Muthoni les

               seguía con el gallo y el tridente.







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                      El fuego procedía de un horno de herrero, ali‐

               mentado por el gas que brotaba del suelo, por entre


               un  montón  de  carbones  y  piedras  incandescentes,

               en  un  recinto  de  ladrillo.  Un  diablo  mecánico  se


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