Page 170 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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afanaba forjando espadas, chuzos y piezas de ar‐
maduras. Él mismo tenía el cuerpo acorazado y
tres brazos que eran tentáculos de acero, uno de los
cuales remataba en un martillo en vez de mano.
Todo ello coronado por una pequeña telecámara
que los observó mientras trepaban por sobre los
montones de ladrillos, tras dejar fuera a Jerónimo.
Una mujer desnuda, encadenada al horno, ac‐
cionaba con una mano el fuelle con que avivaba la
llama, mientras bombeaba agua con la otra para
llenar una especie de artesa que servía para tem‐
plar el acero. Sudaba a mares. El cabello se le había
vuelto canoso y estaba hecha casi un esqueleto.
—¿Queréis armas? ¿Proyectiles? Estamos tra‐
bajando en una nueva línea de proyectiles.
Las palabras brotaban de una rejilla empotrada
en el cuerpo de la máquina. Uno de los tentáculos
de metal se alargó y presentó un arpón de peligro‐
so aspecto.
—¿Armaduras a prueba de proyectiles?
—¿Y la garantía? ¿Y el servicio posventa? —
inquirió Muthoni con sarcasmo.
—Caveat emptor—replicó la máquina.
—¿Con qué podríamos pagar?
—Haciendo funcionar la bomba. Y enseñán‐
dome cosas sobre la vida humana.
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