Page 182 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Hacia el origen de aquella música. O de aquel
ruido, o lo que fuese. Si era música, parecía que la
orquestina, oculta detrás de las dunas, no acababa
nunca de templar los instrumentos...
La propia playa, cuando llegaron a ella, se re‐
veló como otra zona de transición entre las dos
temperaturas, entre el desierto ardiente y el océano
de hielo o erial ártico. Varios islotes de roca emer‐
gían de la sábana de hielo que abarcaba hasta la le‐
janía constelada de estrellas; sobre ellos se alzaban
torreones ruinosos. Algunos humanos se habían
aventurado en el hielo, sobre el que, armados de
arpones, hachas y redes, empujaban unos vehículos
parecidos a trineos.
La arena candente se les pegó a los tobillos
mientras avanzaban siguiendo la curva de la playa.
Sean se dio cuenta de que no le atormentaba
tanto el ardor del suelo que pisaban como la impa‐
ciencia del estado exaltado, superconsciente, en
que se hallaba. Tenía los nervios fatigados de
transmitir el dolor como tal, y el cerebro de inter‐
pretar esos mensajes como dolor; aunque el sistema
nervioso seguía transmitiendo, ahora lo que trans‐
mitía era el concepto de una sensación. Le decía lo
que una sensación es, lo que significa percibir un
mundo por mediación del tacto (y del olfato) tanto
como de la vista. No era que el umbral de la sensa‐
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