Page 183 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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ción  se  elevase  y  que  por  ello  se  embotasen  sus

               percepciones;  al  contrario,  dicho  umbral  bajaba,

               asaltado  por  los  hedores  y  por  la  quemazón  del


               suelo.  Esto  le  hacía  hipersensible,  le  devolvía  un

               simulacro  de  la  antigua  integración  preconsciente

               del animal con su mundo. (Y también veía en la os‐


               curidad como los gatos; pese a la penumbra podía

               distinguir los colores bien saturados, y observó que

               el fenómeno se acusaba desde hacía bastante rato.)


               Pero el dolor le alienaba del medio, le distanciaba

               pese a que distinguía con nitidez cada vez mejor el


               contorno de cada piedra, cada grano de la arena ca‐

               liente,  cada  movimiento  de  su  propia  respiración.

               Todo  el  panorama  era  como  un  pensamiento  sur‐


               gido de su mente, y plasmado en tierra, en hielo y

               en  fuego;  un  pensamiento  que  hubiera  dejado  de


               serlo para convertirse en una cosa..., y esa cosa le

               pensaba a él, a su vez...

                      Contornearon una duna y vieron a los músicos,


               aunque  costaba  decir  si  éstos  tocaban  sus  instru‐

               mentos o eran los instrumentos quienes les tocaban

               a ellos.


                      Denise reconoció aquella orquesta.

                      —¡L’Enfer des Musiciens!

                      —Sí, es el Infierno de los Músicos que pintó el


               Bosco —asintió Sean—. De acuerdo con lo que creo

               recordar, está perfectamente acorde con el cuadro.

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