Page 184 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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No veo aquí ninguna de nuestras vibroguitarras ni

               minisintetizadores  ni  palos  acústicos  modernos.

               ¡He aquí la orquesta de la Iglesia medieval, tal co‐


               mo la pintó Hieronymus Bosch!

                      Uno  de  los  músicos  daba  cabezazos  contra  el

               parche de un gran timbal. Con éste se cruzaba un


               tubo largo, parecido a un trombón, donde soplaba

               un hombre con la cara congestionada, los carrillos

               hinchados y los ojos salientes, para emitir un mu‐


               gido grave. Un laúd gigante se alzaba sobre la are‐

               na como un cactus encordado y sin espinas; sobre


               el clavijero y el mástil del mismo habían crucifica‐

               do  a  un  hombre  rubio,  que  pulsaba  las  cuerdas  a

               ciegas,  con  los  dedos  de  los  pies  dando  acompa‐


               ñamiento en tesitura de tenor a un arpa tendida en

               perpendicular sobre la caja de resonancia del laúd.


               Empalada en estas cuerdas, una víctima escuálida

               se agitaba con un temblor espasmódico que produ‐

               cía en el instrumento un rumor como el del agua


               bajando por una cañería. Junto a esta arpa laúd se

               veía un gigantesco organillo cuyas teclas y bordo‐

               nes y cuyo manubrio accionaba una pareja de ve‐


               rrugosos enanos. De este instrumento salía un que‐

               jido  atiplado  como  de  violín;  era  la  parte  del  so‐

               prano. Y un tipejo arrugado, puesto a gatas, tocaba


               una flauta metida en su propio trasero: una flauta

               de cuescos.

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