Page 192 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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un  estado  de  hiperestesia,  la  alborada  de  una  hi‐

               perconciencia.

                      —¡Tal vez la repetición abrasa las antiguas pis‐


               tas! Para que las nuevas puedan ocupar su lugar.

               Es como una especie de alquimia mental. La desti‐

               lación  y  la  redestilación,  cien  veces  repetidas,  du‐


               rante años, hasta que un día aparece dentro de uno

               la... piedra, la sustancia transformadora. ¿Y enton‐

               ces entraría uno en el Infierno? Los preliminares se


               desarrollan en el Jardín. Allí el trabajo duro de los

               alambiques y los matraces. Tienes razón con eso de


               los recorridos de mínima energía, Muthoni. O con‐

               seguimos entrar en esa destilería a través de alguna

               órbita loca de estacionamiento..., o seguimos. Ade‐


               lante.

                      —Por allí —repitió Jerónimo—. Lo prefiero.


                      La  banquisa  no  resultaba  muy  invitadora,  ni

               siquiera  para  unas  personas  a  quienes  les  ardían

               los pies. Parecía no tener fin. Sería preciso buscar


               alimento. Habría que pescar. Muthoni aún portaba

               su tridente; ahora iba a servir de arpón.




                      Caminaron hasta notar que se caían de cansan‐

               cio; luego dieron unos cuantos pasos titubeantes y

               acabaron por caer de verdad, pero dormidos. Más


               adelante, y durante un lapso de tiempo casi inter‐

               minable,  descubrieron  que  cuando  no  caían  dor‐


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