Page 193 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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midos al segundo, el suelo helado los tenía dando

               vueltas y rebullendo sin parar, y más cuando em‐

               pezaba a fundirse, con lo que despertaban en una


               sábana de agua fría, empapados y tiritando. A ve‐

               ces ésta volvía a helarse sobre la piel y se encontra‐

               ban  envueltos  en  una  capa  de  hielo,  entonces,  un


               voluntario  tenía  que  desprenderse  de  ella  para

               acudir  a  deshelar  a  los  demás.  Pero  sus  organis‐

               mos, inmunes a todo, resistían. A continuación ha‐


               bía que buscar alimento para poder continuar; tra‐

               tábase de localizar uno de los lugares traicioneros


               donde  el  hielo  era  más  delgado,  para  romperlo  y

               montar guardia allí como los esquimales, en espera

               de que acudiera algún pez a la superficie para ser


               pescado y comido crudo como desayuno...

                      Así viajaron unas veinte o treinta jornadas. Los


               islotes eran escasos, lejanos o, si próximos, defen‐

               didos por gladiadores ermitaños o por alguna má‐

               quina solitaria y meditativa que los bombardeaba a


               preguntas y luego los echaba de allí con un diluvio

               de bolas de nieve. En todo caso, no se podía decir

               que el Infierno estuviese superpoblado. La soledad


               engendraba la multitud y la multitud engendraba

               la soledad, en una permanente oscilación demográ‐

               fica.  ¿Cuántos  óvulos  humanos  fertilizados  debía


               de llevar la Copernicus? ¿Veinte mil, tal vez, más un

               millar de adultos hibernados? La población del In‐

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