Page 194 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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fierno  ahora  no  podía  ser  mayor,  especialmente

               habida  cuenta  de  que  no  nacían  niños.  Por  tanto,

               pensó Sean, no era posible que los humanos regre‐


               saran al estado animal...

                      Finalmente, a Jerónimo se le curó la barriga y

               pudo andar con sus propias fuerzas y seguir el rit‐


               mo de los demás.

                      Finalmente  también,  divisaron  una  playa  leja‐

               na: una línea de arena pardorrojiza y una vaharada


               de calor que prometía el paraíso a sus cuerpos ate‐

               ridos..., al menos, durante los primeros instantes de


               deshielo.






                                                                                                       14





                      No existían direcciones en el Infierno...


                      Un  grupo  de  músicos  rascaba,  soplaba  y  gol‐

               peaba sus instrumentos en el desierto ardiente, al

               otro  lado  del  erial  de  hielo,  adonde  llegaban  sus


               sonidos discordantes. Uno de los intérpretes estaba

               crucificado sobre las cuerdas de un arpa gigantes‐


               ca.  Otro  estaba  echado  sobre  un  organillo  y  daba

               vueltas  al  manubrio,  Un  tercero  tocaba  el  timbal

               con la cabeza...


                      —¡Oh, no!





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