Page 194 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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fierno ahora no podía ser mayor, especialmente
habida cuenta de que no nacían niños. Por tanto,
pensó Sean, no era posible que los humanos regre‐
saran al estado animal...
Finalmente, a Jerónimo se le curó la barriga y
pudo andar con sus propias fuerzas y seguir el rit‐
mo de los demás.
Finalmente también, divisaron una playa leja‐
na: una línea de arena pardorrojiza y una vaharada
de calor que prometía el paraíso a sus cuerpos ate‐
ridos..., al menos, durante los primeros instantes de
deshielo.
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No existían direcciones en el Infierno...
Un grupo de músicos rascaba, soplaba y gol‐
peaba sus instrumentos en el desierto ardiente, al
otro lado del erial de hielo, adonde llegaban sus
sonidos discordantes. Uno de los intérpretes estaba
crucificado sobre las cuerdas de un arpa gigantes‐
ca. Otro estaba echado sobre un organillo y daba
vueltas al manubrio, Un tercero tocaba el timbal
con la cabeza...
—¡Oh, no!
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