Page 196 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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nes, y las venas y arterías crecieron como parras
del desierto bajo tu lluvia.
—¡Antes Parsifal..., y ahora Strauss! ¿Por qué no
tocan música medieval? —protestó Denise—. ¿No
está ahí el quid de la cuestión? ¿Por qué no tocan lo
que les corresponde?
—Un punto para el equipo visitante —rió Jeró‐
nimo, aunque al parecer él tampoco lo sabía.
Luego la música retornó a la discordancia y el
caballo se desintegró en un nuevo montón de hue‐
sos.
—Mirad —señaló Sean—. La que toca el tam‐
bor con lacabeza es una mujer, y el crucificado no
es rubio sino moreno. Son otras personas. ¡Deben
existir zonas en el Infierno donde se repite la mis‐
ma escena! ¡Como si repitieran los mismos hechos
ad nauseam! ¿Tan empobrecido está el Infierno, Je‐
rónimo? ¿O sería la pobreza una de las cualidades
esenciales? Uno puede andar cuanto quiera, pero
siempre acabará saliendo a la misma escena en otro
lugar.
—En realidad, una pintura es poca cosa para
envolver con olla todo un planeta. —Se encogió de
hombros el aludido.— Os dije que había no pocas
Cabalgatas en el Jardín, por acá y por allá. Y bas‐
tante espacio vacío.
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