Page 197 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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Sean tenía una espina de pescado clavada entre

               los dientes, pero el frío le insensibilizaba las encías

               y no se había dado cuenta. Ahora, con el calor, sin‐


               tió la inflamación. Contrariado, se sacó la espina y

               la escupió. El escupitajo se evaporó con un silbido

               tan pronto como tocó el suelo.


                      —¿Actúa Dios constreñido por Knossos? ¿Acaso

               no puede imaginar sino lo que hay en la mente de

               Knossos?  ¡Es  increíble!  ¿Estaría  empobrecido  Él


               mismo? Se entiende que es el Creador de este con‐

               denado  mundo.  Pero,  ¿qué  ha  creado  Él  en  reali‐


               dad?

                      —Bastante  —dijo  Jerónimo,  escandalizado—.

               ¡Mucho! La tierra, el aire, las plantas, las torres de


               transmutación, los organismos.

                      —Pero  le  falta  inspiración  —meneó  la  cabeza


               Sean. —Supongo que un ser superior será una es‐

               pecie de Dios no omnipotente. Él no fue quien creó

               el  universo.  Sólo  es  parte  de  él,  lo  mismo  que  lo


               somos  nosotros,  y  aunque  Él  sea  una  parte  muy

               poco habitual.

                      —Si  fuéramos  todos  dioses  divinos  y  nos  lla‐


               máremos a sentarnos juntos a una mesa, ¿quién nos

               serviría la comida? —dijo Jerónimo en tono decla‐

               matorio—, Nosotros le alimentamos a Él, para que


               piense. Él lo digiere. ¡Ah!, pero Él es un Dios. Un

               Dios a quien podemos conocer..., y no una abstrac‐

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