Page 236 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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to, lo mismo que cualquier hijo de vecino. Es un ti‐

               po mal ladino que una zorra. Uno puede tratar de

               ganarle a su propio juego, naturalmente. Yo lo in‐


               tenté la última vez. La vieja trampa del silogismo.

               Te digo que ese cabrón hizo nudos conmigo. Esta

               vez la estrategia será diferente. Para pasar, no hay


               que pensarlo demasiado, o no lo consigues.

                      El hombre hipó, se rascó los dientes con la uña

               y  soltó  un  eructo.  Alzó  la  JArra  y,  tras  tomar  un


               sorbo, la apuró a fondo.

                      —Esta  es  la  bebida  santa,  hombre.  La  comu‐


               nión. Hora de despertar a los juerguistas. ¡Yujúuu!

               —gritó en falsete.

                      Los durmientes empezaron a rebullir.


                      Por lo menos, pensó Sean, aquélla era una con‐

               versación auténtica con alguien, en el Infierno, que


               sin ser una máquina tampoco parecía por completo

               engolfado  en  rituales  monótonos  como  el  de  los

               músicos  o  el  de  los  guerreros.  Al  menos  aquel


               hombre parecía tener alguna noción de lo que ha‐

               cía,  por  disparatado  que  fuera  su  razonamiento.

               También era posible que la juerga fuese otra varie‐


               dad de ritual orbital.

                      El hombre se echó a reír con estrépito y vació el

               resto de su jarra sobre la cabeza de Sean, que que‐


               dó empapado. Los vapores del vino derramado le

               intoxicaron, y Sean notó que su cerebro empezaba

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