Page 238 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Muthoni, la única —dijo él, haciéndole cos‐
quillas con los dedos—. Yo jugaré sobre las casillas
negras.
—¿Dijiste que el Diablo es un intelectual? —
preguntó Sean.
—¡Ah, sí, todo un intelectual! Si es que no dije
una mentira. Pero yo nunca miento, ¡Ja, ja! A la sa‐
lud del Diablo. Que disfrute de nosotros y le sepa‐
mos bien.
Hizo un guiño significativo.
—Pero apesta, ¿sabéis? La salida es como pajar
por un pozo negro. Mantened las narices bien em‐
papadas de vino. Nosotros somos una mierda..., y
ésa es nuestra adaptación definitiva al animal or‐
gánico que somos. ¡Ah, las viejas delicias anales!
Sean quiso decir alguna cosa más, pero le ro‐
daban y resbalaban las palabras sobre la lengua.
Sus labios se hubieran abierto con más facilidad
para soltar un caudal de chistes escabrosos. Con
mucha más facilidad. Schiaparelli, se dijo a sí mis‐
mo: una oración en una sola palabra, una invoca‐
ción. A un Dios equivocado, sin embargo...
Aquí es la juerga, pensó. Y es una juerga santa,
cuando llegas a ver lo que significa. Sólo una
membrana la separa de las delicias del Jardín. No
es más que el negativo de esos placeres, en espera
de virar a positivo. Y aquí están las personas que
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