Page 241 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Entiendo lo que quieres decir —suspiró Mu‐

               thoni—. Vamos, pues. Antes de que nos olvidemos

               de nosotros mismos.


                      Sean agarró a Jerónimo por el cogote.

                      —Tú también.

                      Los cuatro se encaminaron a la escalerilla, y re‐


               cibieron una ovación cuando empezaron a trepar.

               Como  empujados  por  los  vítores,  pasaron  en  se‐

               guida al otro lado del techo.







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                      La  cúpula  superior  estaba  desierta.  Un  paso


               más arriba, la gaita desgranaba su melodía sobre el

               disco de piedra, debajo del cual asomaban los ras‐

               gos esculpidos de Knossos. Jerónimo se acercó has‐


               ta donde lo permitía la curvatura de la cáscara para

               contemplar  la  monumental  imagen.  La  expresión

               de la cara era melancólica, como si aceptase la ne‐


               cesidad de un Infierno, pero lamentando al propio

               tiempo los aspectos infernales del mismo (que eran


               una parte de su personalidad con la que había he‐

               cho las paces, de modo que no podría perjudicarle

               ni confundirle). El Infierno, el tormento del cerebro


               primitivo,  era  ya  un  fósil.  No  pataleaba  ya  en  lo

               más alto de la médula espinal, sino que estaba pe‐


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