Page 36 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Bendita  suerte.  Sí,  veo  la  mano  de  Dios  en

               eso; hizo que se posaran en el mejor lugar.

                      —Lo hice yo —replicó el finlandés.


                      —Da lo mismo.

                      —Así  que,  ¿todavía  recuerda  lo  que  le  conta‐

               ban sus... abuelos, los que vinieron de la Tierra? —


               intervino Sean para acabar con la discusión.

                      —No, sus antepasados—le corrigió Muthoni—.

               Han transcurrido siete u ocho generaciones, o tres


               períodos de vida humana, por lo menos.

                      Jerónimo sonrió.


                      —No,  no.  Recuerdo  cómo  vine  yo  mismo.  Yo

               personalmente.  Desde  luego,  todo  queda  un  poco

               lejos ahora. Las células de hibernación. Las uñas y


               los  cabellos  largos  al  despertar.  Amigos,  yo  fui  el

               capitán de la Copernicus.


                      —No  es  posible  —protestó  Muthoni—.  Usted

               aparenta menos de cuarenta años. ¿Es que aquí se

               rejuvenece  en  lugar  de  envejecer?  ¿O  es  que  el


               tiempo tiene un ritmo distinto?

                      —Miren, yo fui el capitán Jerónimo..., ahora no

               recuerdo  cuál  era  mi  apellido.  Jerónimo  Van  der


               Veld,  eso  es.  Para  servirles.  Y  como  yo  los  traje

               aquí..., a modo de mascarón de proa, en cierto sen‐

               tido... No diría que se me designó, pero si que se


               me eligió como testigo permanente. Quizá me elegí

               yo  mismo.  Un  caso  de  modestia  excesiva,  ¿no  les

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