Page 38 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
P. 38

Sean contempló cómo el pinzón dorado gigan‐

               te administraba los últimos sacramentos, en forma

               de jugo de mora, a ¡a jirafa moribunda. Se le había


               unido un pájaro pequeño, que estaba posado sobre

               los cuernos de la jirafa. Un pájaro carnicero, pensó.

                      Jerónimo sorprendió la dirección de su mirada.


                      —Alcaudones  para  la  muerte  violenta,  garzas

               para la muerte voluntaria. Así es como ocurre. De

               un  modo  u  otro, morimos  y  vamos  a  parar  al  In‐


               fierno.  En  donde,  a  su  debido  tiempo,  morimos

               otra vez..., aunque, créanme, allí somos más duros


               de pelar. Es obligado. Luego aparecemos otra vez

               por  aquí,  un  poco  cambiados  por  la  experiencia.

               Ahora  soy  bastante  distinto  del  viejo  capitán  Van


               der  Veld,  como  habrán  comprendido...,  pero  sigo

               siendo el Fliegende Holländer. ¡Ah! Entonces yo era


               un  personaje  robusto,  duro,  dominador.  Mucho

               más definido, seco y cortante. Estaba hecho para la

               misión como un bólido a reacción..., el típico hom‐


               bre  que  encuentra  sus  móviles  en  sí  mismo.  En

               realidad,  no  había  reflexionado  sobre  el  final  del

               viaje,  sobre  lo  que  haría  cuando  hubiese  llegado


               aquí.  Ahora  soy  mucho  más  fluido...,  un  hombre

               nuevo. En cierto modo, se podría decir que esto ha

               sido mi salvación.


                      —No  tienen  ustedes  vello  corporal  —observó

               Sean con cautela, temiendo que la respuesta hubie‐

                                                            38
   33   34   35   36   37   38   39   40   41   42   43