Page 37 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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parece? Yo fui el pequeño semidiós de la Coperni‐

               cus.

                      —Pero  si  es  usted  muy  joven  —se  estremeció


               Muthoni—.  ¿Acaso  no  existe  la  vejez  aquí,  ni  la

               muerte?

                      —Claro que hay muerte. Vean esa pobre jirafa.


               Ustedes la asustaron hasta que reventó. Realmente

               explotó de miedo. No se rehacen de un trauma así.

               Por supuesto que existe la muerte —sonrió Jeróni‐


               mo con aire de entendido—. Pero también está la

               resurrección. Nosotros morimos, no de vejez ni de


               enfermedad,  sino  voluntariamente,  diría  yo...  En

               las cavernas de las conchas letales..., o cuando al‐

               guna fiera se empeña en asesinarnos. Un león, o tal


               vez un tigre. Aunque suelen ser encantadores casi

               siempre..., los leones y los tigres.


                      —Los animales no asesinan —se extrañó Sean.

               De momento era preferible ocuparse de un enigma

               pequeño que de uno grande—. Los animales sólo


               matan.

                      —Bien,  pues  aquí  asesinan.  Sólo  de  vez  en

               cuando, desde luego. Cuando la garza de la muerte


               ha cantado para uno, y uno desoye la Gran Indica‐

               ción, tarde o temprano a uno le asesina un animal.

               Resulta un poco más molesto que una muerte vo‐


               luntaria.




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