Page 43 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
P. 43
luego, en voz alta, añadió dirigiéndose a Sean—:
Tengo sed. ¿Por qué no llamamos a los demás?
Como ha dicho este hombre, un fuselaje de acero
no supone mucha diferencia. Y puesto que vas allá,
tráete una cantimplora.
—Si tiene sed, encontrará alivio en cualquier
matorral —dijo Jerónimo—. Detrás de aquel seto
hay un estanque y le garantizo que no hay veneno
ni droga. —Y añadió con un ademán jovial—:
¡Quién necesita alucinaciones, con una realidad
como ésta!
Una mujer desnuda que les contemplaba desde
hacía bastante rato con una tenue sonrisa de impa‐
ciencia, se acercó a ellos en aquel instante. (Ella iba
desnuda, sí, pero allí lo curioso era aquella tripula‐
ción enfundada de pies a cabeza...) Tenía los pe‐
chos diminutos y redondos como frutos y el cuerpo
de una blancura excepcional, que no recordaba la
palidez sino más bien la leche o el marfil. Sus lar‐
gos cabellos húmedos, al secarse, iban adquiriendo
un tinte amarillento pajizo. Sean se volvió para en‐
caminarse hacia la rampa de acceso, ante lo cual
ella hizo un mohín y un ademán de dirigirse hacia
Paavo. Pero luego se acercó a Muthoni y le rozó la
mejilla con un beso.
43

