Page 44 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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—Negreza —rió la mujer, y le lanzó a Muthom,

               que  había  retrocedido  un  paso,  una  mirada  con

               cierto deje de ironía.


                      —¿Qué ha dicho? —preguntó la terrícola a Je‐

               rónimo, como si éste fuese un intérprete.

                      Jerónimo no hizo caso de la pregunta.


                      —Hagan  lo  que  les  plazca  —dijo—.  Mientras

               no causen daño a nadie. Al menos, no un daño se‐

               rio. El daño que hiere, el daño de verdad, es cosa


               del Infierno.

                      —¿Qué quiere decir «negreza»?


                      La mujer desnuda dio una palmada de alegría.

                      —Yo soy Loquela. ¡Hola a todos! ¿Por qué vais

               vestidos?  ¡Cuidado!  puedo  convertiros  en  anima‐


               les, o lanzar contra vosotros a las fieras dañinas.

                      Resultaba difícil saber si hablaba en serio o en


               broma.

                      —Estos  son  trajes  espaciales  —explicó  Paavo

               en tono condescendiente—. A bordo de una astro‐


               nave hay que llevarlos cuando no se está en hiber‐

               nación.

                      —Hemos  permanecido  desnudos  durante


               ochenta y siete años en nuestras cámaras de hielo

               —comentó  Muthoni  como  de  paso—.  Preferimos

               estar así.


                      —¡Ah! ¡Te habrá calado el frío hasta los huesos,

               mi beldad oscura! Entonces eso..., es una astronave,

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