Page 46 - El Jardin De Las Delicias - Ian Watson
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se, pero en realidad reservaba toda su admiración

               para la tez de Muthoni, negra como la tinta.

                      —¿Capitán  Van  der  Veld?  —preguntó  Aus‐


               tin—.  Quiero  decir,  ¿usted  era  el  capitán  Van  der

               Veld? ¿Cómo debo llamarle?

                      —Puede llamarme Jerónimo.


                      —¿Qué es este planeta, Jerónimo? ¿Quién es ese

               «Dios» del que le ha hablado a mi gente? Un extra‐

               terrestre  superpoderoso,  ¿es  eso?  ¿Habremos  en‐


               contrado al fin una inteligencia extraterrestre?

                      Jerónimo ladeó la cabeza.


                      —Evidentemente  Dios  no  es  humano,  en  el

               sentido de que no nos es dado conocerle. Está fuera

               del  nivel  actual  de  nuestro  entendimiento,  ¿com‐


               prende? Pero nos  esforzamos,  procuramos elevar‐

               nos. Hasta los peces lo hacen, ¿no es cierto? Él nos


               ayuda,  Capitán.  O  supongo  que  nos  ayuda...,  aun‐

               que a veces escribe con renglones torcidos, como si

               dijéramos.


                      —Pero ¿qué es ese Dios? Necesito saberlo. ¿Es

               algo...,  localizado,  digamos,  algo  que  tiene  un  lu‐

               gar? O abarca..., ¡ejem!, a todo el resto del universo.


               Quiero  decir  que,  si  es  Dios,  debe  estar  en  todas

               partes, ¿verdad?

                      Sean sospechaba que la cuestión de la cadena


               de  mando  preocupaba  a  Austin  tanto  o  más  que

               saber si existía allí un Dios o una entidad superpo‐

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