Page 18 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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tiene vida propia. Tiene ventanas a ambos lados, por lo
que hay corriente de aire en el pasillo y las puertas se
cierran de golpe durante la noche. En ocasiones el
parqué de más de cien años cruje como si lo pisaran. Sé
muy bien que podría hacerle un tratamiento al parqué y
encargar ventanas nuevas con cristales aislantes.
Supongo que entonces los espectros se desvanecerían.
Pero es que a mí me gusta este piso tal como es... lleno
de vida.
Antes de abstraerme de nuevo en la traducción,
miré una vez más por la ventana. Hubo algo que me
dejó perplejo. Contemplé atónito por unos instantes el
contorno de mi rostro, suspendido en el silencio de la
noche. Ciertamente, el hombre que se hallaba al otro
lado del espejo apenas si se distinguía del que me había
mirado la otra noche con mal humor.
La diferencia se hallaba en los ojos. Por lo general,
estaban turbios o vidriosos, como los de los jabalíes y
los osos disecados de la tienda del célebre taxidermista
del barrio de Arbat. Pero ese día brillaban, como
iluminados por una luz interior. No era de extrañar: por
primera vez en varios años hacía un trabajo que me
interesaba.
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