Page 231 - Sumerki - Dmitry Glukhovsky
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entregar sus cadáveres a las llamas a fin de preservar a los
sanos.
Que algunos de los moribundos, en sus momentos de
lucidez, habían rogado que no se quemaran sus cadáveres,
para no arrebatarles la posibilidad de resucitar en el día del
retorno de Nuestro Señor Jesucristo. Como quiera, sin
embargo, que la muerte nos arrebataba a varios de ellos cada
noche, finalmente el médico que moraba en el corazón de fray
Joaquín se impuso al sacerdote. Y que cada vez que uno de los
soldados rendía el alma a Dios, fray Joaquín lo bendecía y
luego quemaba su cadáver, y lloraba, y le rogaba al
Todopoderoso que le perdonara su gran pecado.
Que los cadáveres se entregaban a las llamas fuera del
campamento a fin de no inquietar a los enfermos, pero,
cuando el viento soplaba por la parte donde tenía lugar la
cremación, los enfermos eran presa de una terrible angustia,
y muchos de ellos chillaban y lloraban, y le suplicaban al
Señor que tan horrible destino no se abatiera sobre ellos.
Que al cabo de una semana tan sólo quedaban nueve
hombres de nuestra partida: el señor Vasco de Aguilar, fray
Joaquín, nuestro guía Juan Nachi Cocom y yo mismo, así
como cinco soldados; todos los demás habían perecido. Que
uno de los soldados, llamado Juanito Ximénez, preguntó si la
fiebre no sería un augurio, y si no sería que ya no podíamos
regresar porque íbamos a morir todos nosotros, pero nadie lo
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