Page 105 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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suya. Cerró los ojos. «Tendrían que encerrarme en


            una celda acolchada», pensó.


                   Bueno, no podía quedarse indefinidamente allí.


            Tenía que llegar a un teléfono y recabar la ayuda de


            un garaje.


                   No  se  movió.  Miró  fijamente  la  carretera.  «Y


            cuando haya llamado al garaje», pensó, «vendrá el



            mecánico, me hablará, me mirará y me reconocerá;


            y tendré que soportar sus miradas disimuladas, o


            quizá  descaradas,  como  las  que  Berg  me  dirige


            siempre…  ¡miradas  penetrantes,  insultantes,  que


            parecen decirme que soy un microbio! Y tendré que


            soportar  su  charla,  sus  preguntas…,  la  clase  de


            camaradería  que  un  hombre  normal  ofrece  a  un


            monstruo».


                   Los  músculos  de  su  garganta  se  contrajeron



            cuando tragó saliva. Incluso la rabia era preferible


            a  aquello,  una  completa  negación  de  espíritu.  La


            rabia, por lo menos, era lucha, era un movimiento


            hacia adelante contra algo. Lo que él experimentaba


            era la derrota, estática y pesada sobre sus hombros.


                   Exhaló  un  suspiro  de  agotamiento.  Bueno, no


            había más remedio. Tenía que regresar a su casa. En



            otras circunstancias habría llamado a Marty; pero


            ahora ya no sabía cómo tratar a Marty.


                   Deslizó las manos en los bolsillos del abrigo y


            echó a andar por el arcén cubierto de gravilla. «No






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