Page 115 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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—Me apeo aquí mismo —dijo.
—Mira a tu alrededor, joven compañero —dijo
el corpulento individuo, contemplando la carretera
y a Scott al mismo tiempo—, la noche es joven. No
son más que las nueve. Ahora —su voz se convirtió
en un arrullo—, en la nevera de mi habitación se
conserva un riquísimo helado. Ninguna pinta, no te
preocupes, sino…
—Por favor, quiero apearme aquí.
Scott notaba el calor de la mano del hombre a
través de la pernera del pantalón. Intentó apartarse,
pero no pudo. El corazón le latió más de prisa.
—¡Oh, ven conmigo, jovencito! —dijo el
hombre—. Helado, pastel, unos cuantos chistes
verdes…, ¿qué otra cosa pueden desear dos
aventureros como tú y yo? ¿Eh? —el apretón se hizo
casi amenazador.
—¡Ay! —exclamó Scott, sobresaltado por el
dolor—. Sáqueme la mano de encima.
El hombre pareció sorprendido ante la decidida
cólera que expresaba la voz de Scott, su autoridad,
y el tono mucho más grave.
—¿Quiere detener el coche? —inquirió
airadamente Scott—. ¡Y tenga cuidado!
El hombre devolvió el coche a su carril.
—No te excites de este modo, muchacho —dijo
con voz agitada.
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