Page 120 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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corría  por  sus  tobillos;  una  diminuta  cascada  se


            escurría por el borde de la plataforma, salpicando


            el suelo del sótano.


                   Permaneció  inmóvil  durante  largos  minutos,


            paralizado por la indecisión, contemplando cómo


            caía el agua y sintiendo que la túnica se pegaba cada


            vez más a su cuerpo.



                   Entonces gritó súbitamente:


                   —¡Las galletas!


                   Se  lanzó  nuevamente  sobre  la  tapadera  de  la


            caja,  resbalando  y  luchando  por  mantener  el


            equilibrio.  Alzó  la  tapa  y  la  llevó  sobre  la  cama,


            todo esto en medio de continuos resbalones. La dejó


            caer,  y  después  se  echó  sobre  la  esponja,  oyendo


            que el agua salía de sus poros hinchados.


                   —¡Oh, no!



                   No pudo levantar el paquete, de tan empapado


            que  estaba.  Con  el  rostro  contraído  por  la  ira,


            procedió  a  abrirlo,  rompiendo  el  papel  con  la


            misma facilidad que si se tratara de un tisú.


                   Contempló los trozos de galleta empapados por


            el agua, convertidos en una masa cenicienta. Cogió


            un puñado y sintió su húmedo contacto, como unas



            gachas rancias.


                   Con una maldición, lanzó la masa al suelo. Voló


            por  encima  del  borde  de  la  plataforma  y  fue  a


            desparramarse  por  el  suelo  en  un  centenar  de






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