Page 116 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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—Quiero apearme —las manos de Scott
temblaban.
—Mi querido niño —dijo el hombre con voz
súbitamente triste—, si conocieras la soledad igual
que yo, la negra soledad, y…
—¡Pare, maldita sea!
El hombre se puso rígido.
—¡Habla con respeto a tu superior, patán! —
exclamó.
De repente alzó la mano derecha y la descargó
en el lado de la cabeza de Scott, haciéndole golpear
contra la portezuela. Scott se enderezó
rápidamente, comprendiendo, con un acceso de
pánico, que no era más fuerte que un muchacho.
—Querido niño, te pido perdón —dijo
instantáneamente el hombre, hipando—. ¿Te he
hecho daño?
—Vivo en la siguiente calle —dijo Scott, tenso—
. Pare aquí, por favor.
El hombre se arrancó el cigarro de la boca y lo
tiró al suelo.
—Te he ofendido —dijo, como si estuviera a
punto de llorar—. Te he ofendido con palabras
desagradables. Por favor. Por favor. Mira más allá
de las palabras, más allá de la superficial máscara
de la alegría. Porque allí sólo hay tristeza, y la
mayor de las soledades. ¿Puedes entenderlo,
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