Page 121 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
P. 121

pequeños fragmentos.


                   Se  arrodilló  en  la  esponja,  indiferente  al  agua


            que caía a su alrededor y encima de él. Sus ojos no


            podían apartarse del montón de migas, y sus labios


            estaban comprimidos en una finísima línea.


                   —¿De qué sirve? —murmuró. Cerró los puños


            con fuerza—. ¿De qué sirve?



                   Una gota de agua cayó frente a él, y entonces


            trató  de  darle  un  salvaje  puñetazo,  con  lo  que


            perdió el equilibrio y acabó por caer de cara sobre


            la esponja. El agua brotó en abundancia.


                   Se puso en pie de un salto, lleno de furia.


                   —No me vas a vencer —dijo, aunque sin saber


            a quién. Apretó con fuerza los dientes y lo que gritó


            fue un desafío y un reto—: ¡No me vas a vencer!


                   Recogió  las  pastosas  galletas  a  puñados  y  las



            llevó  al  primer  estante  de  metal  negro  del


            calentador.                 «¿De           qué          sirven            las        galletas


            empapadas?»,  le  preguntaba  su  cerebro.  «¡Se


            secarán!», le contestaba él. «Antes se pudrirán», dijo


            el cerebro.


                   ―¡Cállate! ―repuso él. Lo dijo a gritos.


                   «¡Cállate! Dios mío», pensó. Lanzó una bola de



            galleta  contra  el  calentador,  y  vio  cómo  se


            desparramaba sobre el metal.


                   De  repente  se  echó  a  reír.  De  repente  todo


            aquello le pareció motivo de hilaridad. Él, que no






                                                                                                          121
   116   117   118   119   120   121   122   123   124   125   126