Page 122 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
P. 122
medía ni dos centímetros de altura, vestido con una
túnica que parecía una tienda de campaña, con
agua tibia hasta los tobillos… tirando galletas
mojadas al calentador. Echó la cabeza hacia atrás y
se lanzó a reír estrepitosamente. Se sentó en el agua
templada y chapoteó en ella, mojándose de pies a
cabeza. Se quitó la túnica y se revolvió en el agua
tibia. «¡Un baño!», pensó. «¡Estoy tomando el baño
de la mañana!».
Al cabo de un rato se levantó y se secó con lo
que quedaba del pañuelo que cubría la esponja.
Después escurrió el agua de la túnica y la colgó para
que se secara. «Me duele la garganta», se dijo. «¿Y
qué?», prosiguió. «Tendrá que aguardar su turno».
No sabía por qué estaba tan regocijado y
estúpidamente divertido. Se hallaba en un
verdadero aprieto. Pensó que, cuando las cosas
llegan a tal estado de gravedad, eran absurdas y no
se podían tomar en serio; o se reía… o se perdía la
razón. Se imaginó que si la araña aparecía en aquel
momento por el borde de la plataforma, seguiría
riéndose.
Rasgó el pañuelo con los dientes, las uñas y las
manos; hizo con él una delgada túnica y ató los
costados, tal como había hecho con la otra. Se la
puso apresuradamente. Tenía que llegar pronto al
costurero.
122

