Page 126 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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pesar del peligro físico, fuera una vida relajante. Lo
que positivamente no conservaba eran los triviales
resentimientos y los disparatados valores de la
sociedad. La suya era una vida sencilla, desprovista
de artificio y presiones. En el mundo de la jungla, la
responsabilidad quedaba reducida estrictamente a
la supervivencia básica. No había tolerancia
política, ni una arena financiera donde luchar, ni
agotadoras carreras para subir un peldaño en la
escala social. Todo se reducía a ser o no ser.
Agitó el agua con una mano. «Fuera, cara»,
pensó; «tú no importas nada en la vida de este
sótano». Le parecía estúpido que en otra época le
hubiesen considerado guapo. Estaba solo, sin nadie
a quien gustar, ni complacer porque fuera
conveniente.
Se dejó caer a lo largo del alfiler. A excepción
―pensó, mientras se le secaba la humedad de la
cara―, de que seguía amando a Louise. Era un
verdadero ejemplo. Amar a alguien cuando no se
puede obtener nada de esa persona; eso es amor.
Acababa de medirse en la regla y se dirigía hacia
el calentador cuando oyó un fuerte crujido, un
ruido atronador, y una deslumbrante alfombra de
luz cubrió el suelo. Un gigante descendía por las
escaleras del sótano.
Se quedó paralizado.
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