Page 127 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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El terror le hizo permanecer inmóvil en el
mismo lugar, con la vista alzada hacia la enorme
figura que se abalanzaba sobre él, la figura cuyos
zapatos eran más altos que él mismo y que hacía
temblar el suelo con sus pasos. Fue una doble
impresión lo que le sumió en aquel estado: ver tan
de repente a aquel ser enorme y, al mismo tiempo,
darse cuenta de que en otras épocas él había sido
igual de grande. Con la cabeza echada hacia atrás y
la boca abierta vio cómo el gigante se iba acercando.
Después, sus pensamientos e inmovilidad
dieron paso al instinto y, con un sobresalto, corrió
hacia el borde de una sombra protectora. El suelo
se estremeció aún más; oyó el crujido de los
gigantescos zapatos a punto de aplastarle como a
un insecto. Con un grito ahogado, corrió medio
metro y se tiró de cabeza hacia la luz, con los
brazos extendidos para amortiguar el golpe.
Aterrizó con fuerza, rodando sobre el hombro
unos cuantos centímetros. El gran zapato, como
una inexorable ballena, se posó a escasos
milímetros de su cuerpo.
El gigante se detuvo. Del túnel de un bolsillo
extrajo un destornillador tan largo como un edificio
de seis pisos, y después su negra sombra se abultó
como una piscina alargada cuando se agachó
delante del calentador.
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