Page 128 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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Scott echó a correr, chapoteando, alrededor del
pie derecho, hasta que quedó con la cabeza al
mismo nivel de la suela. De pie junto a la
plataforma de cemento, alzó la vista hacia el coloso.
Muy arriba —tanto que tenía que entrecerrar los
ojos para verlo— estaba su rostro: una nariz como
una escarpada pendiente por la que hubiera podido
esquiar; unas fosas nasales y orejas como cuevas en
las que hubiera podido introducirse; una cabellera
como un bosque donde hubiera podido perderse;
una boca como una vasta y cerrada caverna; unos
dientes ―el gigante abrió repentinamente la boca―
entre los cuales hubiera podido meter un brazo;
unas pupilas tan grandes como él; unos iris negros
tan grandes que hubiera podido esconderse en
ellos, y unas pestañas como oscuros y rizados
sables.
Contempló mudo al gigante. Eso era lo que Lou
parecía ahora: monstruosamente alta, con dedos
tan gruesos como secoyas, pies como elefantes y
senos como dúctiles pirámides.
De pronto, la enorme figura se desdibujó ante la
incolora gelatina de sus lágrimas. Nunca le había
impresionado de aquel modo. Al no verla, y
basándose en su propio físico, se la había
imaginado como a alguien a quien podía tocar y
abrazar, aun sabiendo que no era así. Ahora lo sabía
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