Page 131 - El Increible Hombre Menguante - Richard Matheson
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y había siete escalones hasta el patio posterior. Siete
precipicios de quince metros que salvar. Si se
encontraba exhausto después del primero…
El hilo. Podía servirle. Volvió corriendo a la
mesa de mimbre y descolgó la barra a fuerza de
sacudidas. Miró al gigante por encima del hombro
y, al ver que seguía agachado frente al calentador,
regresó a toda prisa junto al escalón, llevando tras
él el grueso hilo. Disponía de una sola oportunidad.
Tiró la barra hacia arriba. Sin embargo, no podía
llegar a la parte superior del escalón, y aunque
pudiera tirarlo a tanta altura, no era probable que
hubiera grietas en las que se pudiese introducir.
Arrastró el hilo hasta la chimenea de tres lados y
examinó su estrecha superficie en busca de una
brecha donde alojar la barra. No había ninguna.
Tiró la barra al suelo y, medio andando, medio
corriendo, recorrió la base del escalón de un lado a
otro. Se revolvió como un animal atrapado, y echó
a correr nuevamente en la dirección opuesta. Tenía
que haber algún medio. Había esperado esta
oportunidad durante meses enteros; había pasado
la mitad del invierno en el sótano, esperando que
alguien abriera aquella enorme puerta a fin de
trepar hacia la libertad. ¡Pero él era tan pequeño!
No, no. No se permitiría pensar en ello. Había
un medio; siempre había uno. No importaba lo
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